martes, 18 de diciembre de 2012

Happy truñitos

Hoy os vengo a contar mis penas. Penas, alegrías, depende del momento y de la persona. Y de lo que hayas comido. Y de los antecedentes familiares. Y de que si estas en tu propia casa o si te han entrado ganas de la de los padres de tu novia.

Los happy truñitos viven a su aire. Tienen una forma de vida un tanto peculiar que consiste en salir cuando les sale del real recto y con ello consiguen tocarnos las pelotas a jornada completa. Porque por qué, porque ¿por qué la gente se empeña en decir que cagar es bonito? ¡NO! No es algo bonito, ni relajante, ni que puedas arreglar con un Briseuntoque. Es algo que molesta. Yo si pudiera me cosería el culo.

En realidad, lo que me molesta no es el acto de cagar, es lo que lo envuelve. Es decir, todo el proceso desde que pones tu pie en la puerta de ese horrible sitio llamado ASEO.
En esta grandiosa película que es ASEO (Uve Sé en la versión sudamericana), está la protagonista taza, el invitado (a veces) bidé, del que no voy a hablar porque le deicaría un post completo, y la dama escobilla, que es como la Betty la fea de los aseos. Hay gente que no hace muchos cameos en esta bonita película y los medicamentos parece que se recomiendan solos. Heno de Pravia, Fave de Fuca, salvado, Aspirina (que vale para todo), Ibuprofeno (que según las mujeres también vale para todo), etc. ¡¡Mentira podrida!! Con eso no cagas ni patrás. Con lo bueno que es un puchero gitano o el clásico gazpacho+yogurt, que eso es mano de santo, oye.

Un día comí puchero gitano. Ese día fue mi perdición.

Nadie caga por la noche, conscientemente. Pero para mí llegó el momento en el que estás soñando que una negra te está besando el cuello lentamente cuando, de repente, ¡una ligera presión apareció! Y esa presión te hace que abras los ojos y te destapes rápidamente para ir al servicio, cual alma que se lleva el diablo. Te metes en el baño, todo esto con mucho sueño, te bajas los pantalones barra calzoncillos barra bragas barra corsé de cuero (hay de todo en el mundo) y te dispones a echar tu happy truñito nocturno. Con los ojos entre abiertos y entre cerrados puedes percibir LA TOTAL Y ABISMAL ausencia de papel higiénico que en un momento de su TOTAL Y ABISMAL patética vida alguien decidió dejar así. Vas con los pantalones bajados y, muy importante, adoptando una posición de esquiador disléxico para no mancharte, supongo, hacia el armario donde se guarda el papel higiénico cual alma que se lleva el diablo. Porque esa es otra: NO. El papel higiénico en mi casa no está en el baño. Está en la despensa. Muy bien, el papel del culo al lado de la sopa de sobre. Muy lógico todo. Con esto que lo coges, consigues llegar hacia la línea de meta, cual alma que se lleva el diablo, y acabas la faena, entre bostezos y lagrimitas nocturnas.

A veces me pregunto si Dios nos odia. Dios, Alá, el destino o un mono con forma de botijo. Nos podría haber "creado" con otro sistema para desechar desechos desechables, ¿o no? Yo que sé, por ejemplo, un estómago desintegrador, o un ano transportador de mierda a otra dimensión y no de esta forma odiosa, cuya señal de aviso es un retortijón que te hace ir al baño, cual alma que se lleva el diablo.