lunes, 27 de agosto de 2012

La historia de cómo fui a un restaurante chino y mi camiseta olía a fritanga

Atención: con este blog no pretendo ofender a ningún chino, japonés, taiwanés, koreano o persona incapacitada para abrir bien los ojos.

El otro día fui a comer a un chino con mi familia. A mi es que me encanta la comida de otros países. Yo iría a China y probaría de todo, hasta las cucarachas fritas, que tienen muchas proteínas. Pues resuelta que habían abierto un nuevo restaurante en mi ciudad. La gente hablaba muy bien de él, que si hacía comida muy buena, que si los platos estaban muy bien. BIEN. BIEN. Primera regla en cuanto a recomendaciones: no le hagas caso a tu charcutera si se llama Toñi y sabes que su bocadillo favorito es el de chopped con aceitunas.

Allí que fui yo con toda mi familia, muy contento, muy alegre, más que Patricia Conde con tanga. En otro capítulo de este blog os contaré ''¿Por qué todos los restaurantes chinos se llaman Sakura?'', porque es un misterio que ni Esperanza Gracia sabría decirnos. Entré, entramos, todo muy modernos, los orientales brincaban, los platos volaban y yo me hacía pipí. Viendo el percal, le dije a mi madre que me pidiera un agua con gas (moderno, ante todo) y me fui corriendo al baño. Cuando volví, mi familia, loca de hambre, ya había escogido todos los platos/fuentes de comida, porque, ¡sorpresa!, era un ''restaurante oriental buffet Wok''. Qué alegría, qué alboroto, qué hambre tengo hijosdeputa. Antes de cogerme un plato e ir a acabar con los rollitos de primavera de esa isla inmensa de comida, eché una ojeada a los platos de mi familia...

Croquetas de pollo, patatas fritas, flamenquines de jamón, mini sanjacobos, tacos de tortilla de patatas, patatas bravas, UNA CAZUELA DE CALLOS, que yo no sabía si eso se servia aun en las tabernas típicas etc, y la única prueba de que eso era un restaurante chino: ''un rollito imperial''. Yo, extasiado por el momento, cogí mi plato, y fuí con miedo hacia la isla. LA ISLA...
- Bienvenido al lestaurante ssino Sakula.
- Ah, hola.
- Aquí tiene los plato plepalado y aquí los plato flesco palal wok.
- ¿Los platos qué?
- Aquí los tiene.
- No, que qué ha dicho.
- Sí.
¿Sí qué? ¿Pero me quieres contestar? Total, que le sonreí vagamente y llevé mi plato a esa mesa de ''plato plepalado''. Fue un momento un poco deja vu, porque no sabía si estaba en un chino o el bar Manolete. Los platos españoles abundaban en esa mesa y la fritanga por doquier me hacía adquirir un olor particular de cualquier casa andaluza: olía a ''güeboh fritoh con filete empanao''. Fui buscando mis rollitos de primavera. ¿QUÉ COMIDA CHINA ES UNA COMIDA CHINA SI NO HAY UN ROLLITO DE PRIMAVERA POR MEDIO? Pues probablemente todas, pero yo lo quería. Cogí lo más parecido a una bolsa de verdura que había, y que luego sabía a tabaco, y una croqueta. La demagogia inundaba mi cara.

Mientras la gente pasaba al lado mía a cámara rápida mientras yo sostenía el plato con el ''rollito imperial'' y la croqueta, muy quieto, a modo videoclip, intentando recordar qué era lo que el chino me había dicho. ¿Plato qué? ¿Plato qué?
De repente, te la clavé de frente. No, de repente, ví a un niño pequeño salir de un pasillo con un inmenso plato lleno de verdura a la plancha y unos langostinos. Corrí gritando ¡¡juro por Dios que nunca volveré a pasar hambre!! hasta que me dio un calambre en el tobillo y tuve que parar a coger la croqueta y seguir. Llegué al paraíso de las verduras, una isla de comida repleta de verduras y ¡¡sushi!! Bendita sea Rocío Jurado. Me planté con una fuente de verdura delante del mostrador de wok:
- Hola.
- Hola.
- ...
- ...
- ...
- ...
- ...
- ...
- ¿Qué salsa quiele?
- Em... Pues no sé, ¿cuáles hay?
Antes de poder acabar la frase, el presunto cocinero me había servido el plato.
- ¿Pero qué salsa me has puesto?
- Salsa ostlas.
Salsa ostlas, salsa ostlas... PERO SI LLEVO UN FILETE DE POLLO Y UN PIMIENTO. ¡¡UN PIMIENTO!!

Y así acabé, comiendo un filete y una croqueta con miedo a volver allí y sentirme más incomprendido que Falete con un plan de dietas, añorando la buena comida oriental de antaño y con mi camiseta nueva con olor a fritanga. Maldito seas, aceite de girasol.

viernes, 10 de agosto de 2012

Los dramas de ser un señorito mientras chupo un limón

Hola, amijos. Llevo 2 semanas tocándome lo que viene siendo la zona cercana al perineo, otras 3 semanas en Londres y ahora no os he escrito porque no me ha salido de los huevos. Pero tranquilos, ya estoy aquí otra vez, para el deleite y el odio de muchos. (Pausa para aplausos y lloros) Pues nada que el otro día estuve viendo los Olympics, que vengo yo muy englishpeople y me dije ''oye, tío, escribe algo en tu blog, que entre la carrera y el verano lo tienes abandonaico'' y me puse manos a la obra y me hice un bocadillo.

En fin, la vida es así, como un bocadillo. De Londres no os voy a contar mucho, no hay de lo que quejarse, excepto por los precios de esa maldita ciudad.
- Hello! Un grano de arroz, por favor.
- 10 libras.
- O.o
Allí era todo precioso. Tenía mis salidas a ver la ciudad, mis vistas londinenses, mis fiestas, mis fotos de moderno y mi nevera llena. ''Hala, Adrián, ni que eso fuera importante'' Pues sí que lo es. Y más cuando llegas a casa después de 3 semanas comiendo lo que te ha dado la gana, abres la nevera y encuentras el medio limón que ha sobrado de la paella del otro día, que ese limón no tiene otro futuro que el fondo de una bolsa perfumada, si es que compras en el Mercadona. Las ganas que te entran de comerte ese limón son directamente proporcionales a las ganas que te entran de comer fabada al ver el ojete de Falete.  Y es que una nevera/frigorífico/cajacongeláenlaqueguardascomía es un mundo. Las neveras de tus amigos siempre son mejores y siempre tienen pavo fresco, y por eso tu amigo siempre te está recordando ''tengo unas ganas de llegar a casa y comerme un bocadillo de Campofrío''. Y yo que bajo la cabeza, miro mi bocadillo, con escasa mantequilla, y dos lonchas de jamón de york lamoso, como cada mañana en mis recreos.

... ojete de Falete, ojete de Falete...